sábado, 25 de mayo de 2013

De cuándo el tiempo sobra

Por: Inés López.*

No sé si les pasa, a mi muy seguido, desear ser ignorante de todo lo que conozco, a veces pido no conocer más porque sé que la humanidad y yo misma me seguiré decepcionando.

Sin querer saber

Seguramente pensarán “qué trágica y dramática”, es probable, pero eso sucede por saber ¿demasiado?...

Ahora estoy en el escritorio de mi trabajo, pensando cómo escribir esto sin que parezca trágico o exagerado, afuera la mañana empieza a sumergirse en ese ambiente de fiesta que cada año provoca celebrar el Día de la Madre; escucho una ambulancia, veo a la ventana amplia y los árboles viejos y altos parecen ajenos a todo lo que sucede alrededor.

¿Tantas madres hay en el país?

Como es el Día de la Madre, las calles están liberadas, el tiempo que regularmente ocupo para trasladarme de mí casa a la oficina, hoy se redujo a 40 minutos. Me sentí afortunada, me sobraba poco más de 40 minutos para dejar mi huella digital en la puerta de la oficina, así que resolví desayunar en uno de esos restaurantes de la cadena gringa.

“Quod me nutrit me destruit” Angelina Jolie

Desde hace buen tiempo he optado por una comida más orgánica, natural, soy vegetariana.

Así que, ya en ese lugar, solicité que mi menú no incluyera los embutidos, y fui complacida. El lugar estaba más abarrotado que de costumbre (¡genial mi idea de desayunar fuera justo ese día!), mientras observaba los personajes y accesorios de la pista de tren que tenía justo frente a mí, me percaté de lo tan plástico y artificial que estaba metiéndole a mi organismo, y entonces, llego como ráfaga la imagen de aquel documental que muestra el proceso de “producción” de los pollos, y de cómo en un santiamén y gracias a una cámara eléctrica quedan listo para el “consumo humano”.

¡El hambre es jodida!

Y la “sobrevivencia” humana lo es más, esos huevos revueltos con sabor artificial seguían su proceso, hasta cumplir su destino: ¿alimentar?

Miré entonces a mi alrededor, y vi a muchas madres y padres, felices, sonrientes, compartiendo todo ese montón de comida tóxica con sus pequeños, ellos ignorantes, por eso eran felices.

Mientras que yo, me sentía la peor creación del mundo, por saber tanto. Quizá si no conociera que esa cadena de restaurantes es la principal explotadora de empleados a nivel mundial, una de las industrias que más daño ambiental causa al planeta, que la franquicia en el país la posee una señora descendiente de la oligarquía, y que el café “guatemalteco” que bebí, es el resultado de una paga mísera a los cortadores de las grandes fincas de café… quizá si no supiera esto y más, mi desayuno hubiera sido satisfactorio y seguramente hubiera recitado “I love it”.

Error

Cambiar la granola orgánica con fruta y miel de abejas, que desayuno todos los días, todo por querer salir un poco de la rutina alimenticia.

Lo mejor de esto fue que, por fin tuve algo concreto, fluido y orgánico para escribir esta nota al blog de los estudiantes, esos que seguramente, están igual que yo, o que tal vez, en algún tiempo, tampoco querrán saber todo lo que para entonces conocerán en sus vidas.
*Columnista invitada.

1 comentario:

  1. Cuando terminé de leer su columna, sentí un escalofrío que corría por mi espalda, es cierto todo eso, y nos pasa por saber las cosas.

    ResponderEliminar