domingo, 26 de mayo de 2013

Amor por la docencia

Por: Julia Damacio.

"Ser docente, además de un proyecto profesional bien definido, requiere madurez intelectual y emocional, una posición definida respecto de los problemas del entorno, sensibilidad para comprender las dificultades de los demás..."

El inicio de mi educación fue a los 5 años. Fue lo máximo de mi vida. Rogué a mi papá para que me llevara a la escuela de la finca donde vivía. La maestra, Seño Rosa, era un amor, dulce, cariñosa, inteligente; tenía a su cargo los 6 grados de primaria de la Escuela Privada Mixta “Río Lindo”, de La Gomera, Escuintla.

Era increíble su dedicación y didáctica para enseñar. No pasé por párvulos, entré de 5 años a primero de primaria. Ella me enseñó a leer y a escribir en ese año. Tenía una paciencia increíble. Y se las arreglaba para atender a los seis grados. Ella tenía todo bajo control. ¡En serio!Recuerdo cuando me enseñó el abecedario. A cada letra le ponía su referente. Me mostró la forma correcta con la que se pronuncia cada letra y el sonido que hay que darle. Si no se le quedaba a algún niño, lo repetía hasta que aprendía. Siempre tenía la forma de hacer más fácil el aprendizaje; era tan dinámica que nadie quería irse de la escuela.

El resto de mi primaria cambió radicalmente a partir de segundo grado. Nos mudamos a Suchitepéquez. Mi maestra Rosita quedó atrás. Mi nueva maestra: Seño Olga. Ella era simpática, pero nada que ver con seño Rosa. Aprendí por pura voluntad y no por motivación de mis maestros sucesores.

El sistema educativo en Guatemala, para mi pesar, es deficiente. Los docentes no tiene voluntad y dedicación, menos, amor por su trabajo. Estos son la mayoría. También hay algunos que sí educan por amor al arte, pero son contados con los dedos de una mano.

Sé que todos trabajamos por necesidad de devengar un salario, pero debemos comprometernos y responder al compromiso que adquirimos con nuestra profesión.

El diccionario de la Real Academia Española dice que el docente es una persona que “enseña”.

La vida, en cambio, demuestra que ser docente es más que “enseñar” un concepto, un axioma, un procedimiento o alguna destreza manual. Mediante sus responsabilidades cotidianas: preparar clases (cosa que muchos no hacen), llegar puntualmente al aula, exponer ideas (a veces no tienen ni idea de lo que dicen), dar testimonio de algunas experiencias, corregir prácticas, explicar ejercicios, devolver exámenes, publicar calificaciones, escuchar y resolver reclamos, solucionar problemas…, el docente expresa, transmite y propone una manera de ser en el mundo. Se convierte en un arquetipo para los estudiantes.

Sin embargo, califique usted, ¿cuántos de los docentes que conoce, cumplen con estas características?

Ser docente, además de un proyecto profesional bien definido, requiere madurez intelectual y emocional, una posición definida respecto de los problemas del entorno, sensibilidad para comprender las dificultades de los demás y, esencialmente, honestidad intelectual para definir fortalezas y debilidades propias.

Más allá de las formalidades institucionales y de la competencia para enseñar soluciones a problemas profesionales, ser docente implica promover la búsqueda de la verdad, aun sabiendo que jamás es posible alcanzarla plenamente.

Sí ser docente significa todo lo anterior, debería de existir un proceso de selección más riguroso cuando se eligen a los educadores de nuestros niños, adolescentes y demás.

Un docente debe estar en constante aprendizaje. Leer textos, investigar para fundamentar una clase. La labor docente no es llegar al aula, dictar una lección, hacer un ejercicio determinado; su labor más allá de eso. Un docente debe ser innovador, generar dinámicas de grupo, nuevas formas de aprender. Debe enseñar a sus alumnos a generar, no a copiar y reproducir lo que otros ya han hecho.

Ser maestro, ser maestra, ser educador “es una pasión que nace de una generosidad sin límites, de un deseo de entrega agotadora”. Ser maestro consiste en hacer que los niños crezcan y lleguen a ser adultos responsables, ciudadanos maduros y felices.

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