domingo, 21 de abril de 2013

Recuerdos de un árbol ausente


Por: Julia Damacio.

“Y por el calor, nos damos cuenta, lo importante y deliciosa que es la sombra de un árbol”.


Es imposible dejar de sentir las consecuencias del cambio climático en nuestro país. El calor es insoportable y el agua es indispensable para saciar la sed que él provoca. Que en Quetzaltenango esté haciendo calor es algo preocupante, sabiendo que es uno de los departamentos donde hace frío y las temperaturas son muy bajas. Pero actualmente así está nuestra hermosa patria Guatemala, el país de la “eterna primavera”.

Aunque también es el país de la eterna indiferencia ante la contaminación. Y es que esa es la realidad. Somos indiferentes ante tantas situaciones, y en especial en este tema.
 
Pero, volviendo a lo del intenso calor, quiero decir que soy de la costa sur, pero es increíble la manera que en los últimos años, la época de calor es más intensa. La temperatura llega casi a los 40º centígrados, y ni el agua calma nuestro extenuante sofocamiento. Y por ello, nos damos cuenta, lo importante y deliciosa que es la sombra de un árbol.
Hace unas semanas, cuando regresaba a casa, después de una ardua jornada de labores, como a eso de las once de la mañana, escuché una maquinita haciendo un estrago. Y noté que el árbol que se encontraba del otro lado de la calle frente a mi casa, ya no estaba. Entonces exclame: “¡Mamá!, que no corten mi arbolito”.

Sin embargo, aquel árbol frondoso, de grueso tallo y ramas que crecieron y se extendieron a más no poder, ya no existía. Aquel árbol que durante años me cobijo bajo su sombra, que fue mi amigo de infancia y travesuras (porque déjeme decirle que lo escalé hasta la rama más alta). Aquel, que sin pedirme nada me libraba de los malignos rayos del sol, había muerto. Y nada pude hacer por mi amigo.

Existen personas que aún creen que cortar un árbol no afecta, y surge esta interrogante: ¿es la deforestación un factor determinante del cambio climático? Sí. ¿Por qué? Sencillo, porque la deforestación es una de las mayores amenazas para la vida del hombre en la Tierra. Esta actividad que implica “desnudar el planeta de sus bosques” y de otros ecosistemas y de su suelo, tiene como resultado un efecto similar al de quemar la piel de un ser humano.
¿Por qué digo esto? Sin lugar a dudas, los bosques ayudan a mantener el equilibrio ecológico y la biodiversidad, limitan la erosión en las cuencas hidrográficas e influyen en las variaciones del tiempo y en el clima. Además, abastecen a las comunidades rurales de diversos productos, como la madera, alimentos, combustible, forrajes, fibras o fertilizantes orgánicos, sin dejar de mencionar lo delicioso que es refrescarse bajo la sombra de un árbol.

¿Qué gano lamentándome? o mejor dicho ¿qué ganamos lamentándonos?, e incluyo a los que también tienen conciencia del problema. Es mejor que desde donde nos encontremos busquemos una solución. Que seamos participes de proyectos en los que se proteja a la madre tierra de esos asesinos de árboles. Para ello es necesario un desarrollo sostenible de los recursos y una fuerte voluntad política de poner fin a la tala indiscriminada.

De acuerdo con las recomendaciones de las Naciones Unidas, existen diversas medidas encaminadas a frenar el proceso de deforestación. Por un lado, los programas forestales de cada país (Guatemala tiene uno que deja mucho que desear y en otra ocasión diré porqué), los cuales deben hacer partícipes a todos los interesados e integrar la conservación y el uso sostenible de los recursos biológicos, y por el otro la investigación forestal que debe mejorar, y dar a conocer el resultado de ellas.

Me atrevo agregar a esas recomendaciones, que el Gobierno, genere proyectos de conservación de árboles. Que se cree una cultura real de reforestación. Así es que los invito a unir esfuerzos para que Guatemala no deje de ser “el país de la eterna primavera”.

¡Sembremos árboles paisanos!

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