jueves, 25 de abril de 2013

El ruido de las cosas al llover


Por: Luis Villagrán.


¿Y si me caigo?, respondió A, ¿si me caigo otra vez a qué sonaría?”

El otro día A me comentó que le dijo a S que no podía pasar a recoger a la hora indicada después del trabajo porque seguramente tendría más de algún contratiempo. Así fue, me dijo A, no pude recoger a S porque de algún modo las cosas se desquebrajan un poco más cuando llueve. Y no digamos en estos días de lluvia, cuando el ruido es distinto y más extraño. ¿Cómo así que todo se escucha distinto?, pregunté. Verás, replicó A mientras endulzaba su café, sucede que todo se opaca o sea el sonido o sea lo único que escuchás por estos lares es la lluvia y con lo fuerte que cae ya sabés cómo son las cosas, pareciera que el agua no tiene sonido pero sí; pero a la vez todo se quiebra y se cae es como todo en cámara lenta y después haces un giro así a la cámara y no pasa nada, sólo ves despacio todo… es… es… ausencia.
Bueno, bueno, ¿pero qué tiene que ver todo eso con no poder pasar a recoger a S? Si te das cuenta A, sólo trato de indagar. ¿Y si me caigo?, respondió A, ¿si me caigo otra vez a qué sonaría? ¿Realmente sonaría a algo? Me quedé pensando un momento para después responder: sonarías a lluvia. No, no seas pendejo – refunfuñó A mientras dejó escapar una ligera sonrisa y uno de sus ojos se esbozó por la luz que entraba de un lado como tapándole media cara en aquella tarde cuando la oscuridad ya desvanecía la sombra – ¿no lo sabés? No, dije y encogí los hombros. Bueno no importa dijo A, no pude pasar a recoger a S porque surgió ese contratiempo, el cual fue la lluvia y eso de andar en moto cuando llueve es un dolor de cabeza. Tuve que esperar, tengo miedo a caerme mientras llueve, no quiero provocar otra vez ese sonido. Supongo que S no te reclamó o ¿sí? No, a S no le importó porque tampoco quería mojarse. Supongo que a nadie le gusta mojarse, respondí, bueno quizá sí pero depende de las circunstancias. Pues no sé, dijo A, no es que no me guste mojarme sólo no quiero caerme.
A, me dejó pensando ya pasados días después de esa charla. Digamos que mi acción no fue hacer nada cuando llovía, sólo me quedaba callado y escuchaba como llovía. Esos días fueron quizá de larga reflexión entorno a todo eso de los sonidos. A ver a ver me dije y comencé con los experimentos. Primero comencé con objetos: dejé caer algunas cosas desde la terraza de la casa. Desde ahí pude notar como si aparte del golpe contra el suelo, la lluvia y cierta cantidad de agua ayudaban a crear un sonido seco, pero este a la vez creaba un vacío entre el suelo y el objeto. Pero bueno, esos eran los objetos. Así que otro día intenté poner el práctica o al menos descubrir lo que A preguntó cuando dijo ¿si me caigo a qué sonaría?


Primero procedí a comprar un gran trozo de carne y recrear de nuevo el experimento. Pero obtuve el mismo resultado, ese sonido seco proveniente de algún lugar. Sin embargo, después me di cuenta que todo lo hecho hasta el momento estaba mal si quería darme respuesta a la interrogante planteada por A, así que opté por lo que dictaba la lógica: tuve que tirarme yo mismo. Bueno, tuve que utilizarme.


Creo que la velocidad tiene que influir, digamos, si no hay velocidad la fuerza del impacto repercusión alguna. Nomás puedo decir que entre el dolor y el desconcierto existe un punto en donde nada se escucha y sólo brota una leve melancolía. Eso sí, tardé en levantarme y no pude sino descubrir que A tenía razón, que ella tampoco sabía, que no había descubierto ese sonido. No. Me quedé acostado preguntándome a qué sonaría si volviese a caer por segunda vez.

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