miércoles, 15 de mayo de 2013

Transgénicos: la simiente de la inseguridad alimentaria

Por: Gustavo Vicente.

"Desde mi punto de vista el ingreso de semillas transgénicas al país, consentido por las autoridades involucradas en el asunto, me parece el inicio de una nueva ola de pobreza que caerá sobre la población más vulnerable de nuestra patria".

Desde tiempos remotos el sagrado maíz ha sido parte fundamental del régimen alimenticio de los habitantes del continente Americano. Sin duda alguna el cultivo del maíz fue esencial para que las grandes culturas precolombinas pudieran desarrollarse hasta alcanzar el esplendor que llegaron a tener. Según datos históricos el centro geográfico de origen y dispersión de esta maravillosa planta, se ubica en el Municipio de Coxcatlán en el valle de Tehuacán, Estado de Puebla, México.

Para obtener las primeras semillas de maíz nuestros ancestros realizaron una selección genética que dio como resultado una nueva planta modificada naturalmente. Desde entonces el cultivo de estas semillas fue lo cotidiano hasta el aparecimiento de las llamadas semillas transgénicas, las cuales han sido producidas a partir de un organismo modificado genéticamente mediante ingeniería genética. Esto quiere decir que una persona o empresa viene y crea su propia semilla, por decirlo así, con las características que desea como por ejemplo crecimiento más rápido, mazorcas más grandes en este caso, entre otros. Son muchos los beneficios que se le atribuyen a los transgénicos, sin embargo, existen varias situaciones que contradicen las bondades que supuestamente traen consigo estos alimentos. Una de estas situaciones es el hecho de que cuando una empresa crea su propia semilla modificada genéticamente, ésta es patentizada a nombre de la empresa que la creó lo que significa que estas semillas están protegidas bajo derechos de autor. Esto quiere decir que la empresa que adquirió los derechos de patente es la única que puede comerciar con dichas semillas, convirtiendo en delincuente al agricultor que extraiga semillas de su cosecha para la siguiente temporada porque no ha pagado por esas semillas.

En Guatemala a pesar de que la Ley de Seguridad Alimentaria prohíbe el ingreso de estos granos modificados al país, éstos ya se están comercializando en nuestro territorio a través de la empresa Cristiani Burkard. Esta situación me parece preocupante por el hecho de que tras el velo de cualidades beneficiosas que se le adjudican a estas semillas se esconde un problema: los agricultores al cambiar sus semillas milenarias por las transgénicas pasan a ser esclavos del monopolio de los productos transgénicos, pues ya no podrán guardar sus semillas para la siguiente cosecha como lo hacían antes, sino que ahora las tendrán que adquirir directamente de los proveedores como Cristiani Burkard.

Desde mi punto de vista el ingreso de semillas transgénicas al país, consentido por las autoridades involucradas en el asunto, me parece el inicio de una nueva ola de pobreza que caerá sobre la población más vulnerable de nuestra patria. Ante esta problemática a nosotros los comunicadores se nos presenta la tarea de informar sobre la gran desventaja que implica para los agricultores la introducción de semillas genéticamente “mejoradas” que pretenden sustituir a nuestros granos originales, los que hace mucho tiempo nuestros ancestros crearon con ayuda de la madre tierra para dejarlas como legado a su vasta descendencia, a los hombres y mujeres de maíz.

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