jueves, 16 de mayo de 2013

Pequeño tigre



Por: Luis Villagrán.

"El día que muera, cosa que será triste, lo voy a extrañar. Sí, ese ritual suyo de llegar a acostarse a la par mía para darme a entender que tiene corazón".



Hay cosas más importantes por hacer en la vida que sentarse a escribir. Por ejemplo, mirarse las manos y las cicatrices. Cuando me pasa esto irremediablemente pienso en cómo llegaron ahí. Cada una tiene su historia – por supuesto – y algunas tienen más gracia y otras, más enojo. 


(Me pongo ahorita mismo a ver cuáles son las más frescas y noto que son las hechas por mi gato). 

Digamos que entre mi gato y yo hay un pacto, a veces me pongo a jugar con él y lo único que obtengo es eso: cicatrices. Es un salvaje el ingrato, ¿por qué será así? Le rasco la panza y me muerde. No sé si es su forma de agradecer, pero qué va. Lo importante es que me quiere, ¿cómo lo sé? Es fácil. Todas las mañanas más o menos como a las 5:30 o 6:00 llega hasta la puerta de mi cuarto a maullar, es algo maje porque con su cuerpo golpea la puerta hasta que logra despertarme para darle de comer. Entonces me levanto y medio lo puteo, siempre con cariño y gracia. Luego, o sale a vagar o regresa a su sueño, a su pequeño coma.


El día que muera, cosa que será triste, lo voy a extrañar. Sí, ese ritual suyo de llegar a acostarse a la par mía para darme a entender que tiene corazón. Es un jodido mi pequeño tigre. Y también un cabrón. Un día lo encontré haciendo malabares con un pequeño ratón, no sé de donde lo sacó pero estaba muy feliz jugando con su amiguito ya muerto. Otra mañana, muy misterioso vi como estaba recostado de forma extraña sobre algo, cuando me acerqué vi unas cuantas plumas. Debajo tenía un pajarito amarillo quién sabe cómo lo cazó. Afortunadamente éste aún se encontraba con vida, pero mi gato no lo quería soltar, dejalo le decía yo y lo empujaba, no lo soltaba; hasta que le di comida lo dejó en paz. 


Si algo me gustaría compartir con mi gato es un atardecer, verlo ahí sentado a contraluz del cielo naranja-violeta. 


Algo mítico sería tener una foto con él pero no se deja. No, él no tiene ese misticismo de otros gatos porque es un rebelde. Y dirán, quizá todos los gatos son rebeldes, pero este tiene una rebeldía especial.


De vez en cuando logro verlo saltando en el jardín, o trepado en el árbol de limón (ahora comprendo porqué no hay más nidos en ese árbol) y es agradable verlo como si fuese un niño en plena travesura, jugando con cierta alegría. 


Cuando siento otra vez, ya está pidiendo comida. Y a veces se me queda viendo, y creo que sonríe, entonces lo acaricio y le digo que es un gato-gordo-y-guapo. Se va corriendo a afilarse las uñas. Y veo de repente y ya está soñando en su coma.

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