Por: Luis Villagrán.
"Pero si algo me di cuenta que teníamos en común con Vitalino Juárez es
que tanto él como yo éramos unos vagabundos".
Es raro.
A cualquiera le hubiese asustado, pero Vitalino Juárez me conoció tres años antes que yo lo conociera
a él. Cuando me lo dijo no sólo captó mi atención sino que además hizo que una
pequeña intriga surgiera en mí. La primera vez que vi a Vitalino Juárez fue una
tarde cuando me saludó: él se encontraba
al otro lado de la calle pidiendo limosna y cuando levanté la vista alzó su
brazo diciendo: hola mijo. En ese momento no le di mucha importancia, pero
también le saludé.
Y así pasaron una o dos semanas, ya no recuerdo bien.
El asunto es que después de ese tiempo me lo volví a
encontrar pidiendo limosna afuera de un supermercado. Ey mijo, regáleme una
ayuda. Y fue ahí donde me dijo, a usted lo conozco, siempre lo veía caminar por
La Antigua, a veces sólo y otras con una señorita. Yo vendía artesanías en ese
tiempo, hace ya tres años. Ah, pero disculpe mi nombre es Vitalino Juárez ¿y el
suyo? Luis Villagrán, para servirle. Mucho gusto mijo. Entonces extendió la
mano y yo hice lo mismo. Platicamos durante un rato, después me fui.
Cabe decir que a partir de ahí nació cierta amistad. De
vez en cuando me encontraba a Vitalino Juárez en distintos lugares: afuera de
la iglesia, o de un restaurante de comida rápida. Y nos poníamos a platicar,
era bien alegre. Él me contó algunas cosas de su vida, entre tantas que sólo
tuvo dos hijas a quienes enseñó a trabajar; tuvo catorce mujeres, pero eso sí
sólo dos hijas porque mi señora que en paz descanse se merece ese respeto, me
dijo.
Entre plática y plática me aportaba sabiduría. Cómo no,
para ser alguien de 78 años en ese entonces, era lo más parecido a encontrar
una brújula.
Si de algo me di cuenta es que Vitalino Juárez no era
nada pendejo. Ya a mi edad huevos si me babosean, me dijo una vez. Claro,
pensé. Pero si algo me di cuenta que teníamos en común con Vitalino Juárez es
que tanto él como yo éramos unos vagabundos. Bueno, todos somos unos vagos existenciales si
caemos en figura retórica. Lo que quiero decir es que compartíamos esa visión
del mundo en donde casi todo está y no está a la vez. A su edad, ya no quería
saber nada, sólo viajar y vaya si no lo hacía. Hasta de gratis me traen los de
los buses, ya me conocen los patojos. Cuando ven dicen: ¿qué tal abuelo, otra
vez de parranda?, y me vengo desde la Nueva hasta acá. Dios es bueno, me decía Vitalino
Juárez, aquí donde me ve, caen los
centavos; a veces pasa una doña y me regala un bote de atol y tortillas con
carne, por ahí también anda una gringa que me regala comida y ropa. Dios es
bueno. Entonces alzaba la mano y miraba al cielo. Entonces comprendí muchas cosas,
que no están en los libros, eso que sólo la pura existencia de vivir te da con
los años.
Y entonces dejé de ver a Vitalino Juárez, fue por un buen
tiempo, cosa de meses. Me preguntaba que le habría pasado, si al fin se había
cruzado al otro cerco, y me sentí
triste. Hasta que de repente me lo volví a encontrar sentado frente a un
restaurante de comida rápida. Y me puse feliz, y platicamos de nuevo. Me contó
que el ácido úrico lo estaba chingando. Sentí pena, pero estaba apurado y no
podía quedarme a platicar, intenté dejarle unos centavos pero me los rechazó:
no tenga pena mijo, sé hacerla y a usted puede servirle más que a mí. Me despedí
de él y hasta la fecha no he vuelto a verlo.
Hoy mientras escribo esta columna, y desde hace un buen
rato me sigo preguntando qué será de Vitalino Juárez, ya haciendo cuentas desde
el día que lo conocí han pasado cinco años, y ya tiene 83 cumplidos. ¿Qué se
habrá hecho? Si de algo me arrepiento es no haberme tomado una foto con él. ¿Andará
rondando en otros lugares viajando y pidiendo plata? Posiblemente ya no le
dieron las fuerzas para seguir caminando y se quedó en su casa. ¿Se habrá
saltado por fin al otro potrero?
Con lo que escribo espero hacerle un poco de honor y
espero poder encontrarlo, tal vez no aquí, sino en otro lado donde posiblemente donde yo también voy a ir a vagar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario