Por:
Luis Villagrán.
“¿Y si me caigo?, respondió A, ¿si me caigo otra
vez a qué sonaría?”
El otro día A me comentó que le
dijo a S que no podía pasar a recoger a la hora indicada después del trabajo porque
seguramente tendría más de algún contratiempo. Así fue, me dijo A, no pude
recoger a S porque de algún modo las cosas se desquebrajan un poco más cuando
llueve. Y no digamos en estos días de lluvia, cuando el ruido es distinto y más
extraño. ¿Cómo así que todo se escucha distinto?, pregunté. Verás, replicó A
mientras endulzaba su café, sucede que todo se opaca o sea el sonido o sea lo único
que escuchás por estos lares es la lluvia y con lo fuerte que cae ya sabés cómo
son las cosas, pareciera que el agua no tiene sonido pero sí; pero a la vez
todo se quiebra y se cae es como todo en cámara lenta y después haces un giro
así a la cámara y no pasa nada, sólo ves despacio todo… es… es… ausencia.
Bueno, bueno, ¿pero qué tiene
que ver todo eso con no poder pasar a recoger a S? Si te das cuenta A, sólo
trato de indagar. ¿Y si me caigo?, respondió A, ¿si me caigo otra vez a qué
sonaría? ¿Realmente sonaría a algo? Me quedé pensando un momento para después
responder: sonarías a lluvia. No, no seas pendejo – refunfuñó A mientras dejó
escapar una ligera sonrisa y uno de sus ojos se esbozó por la luz que entraba
de un lado como tapándole media cara en aquella tarde cuando la oscuridad ya desvanecía
la sombra – ¿no lo sabés? No, dije y encogí los hombros. Bueno no importa dijo
A, no pude pasar a recoger a S porque surgió ese contratiempo, el cual fue la
lluvia y eso de andar en moto cuando llueve es un dolor de cabeza. Tuve que
esperar, tengo miedo a caerme mientras llueve, no quiero provocar otra vez ese
sonido. Supongo que S no te reclamó o ¿sí? No, a S no le importó porque tampoco
quería mojarse. Supongo que a nadie le gusta mojarse, respondí, bueno quizá sí
pero depende de las circunstancias. Pues no sé, dijo A, no es que no me guste
mojarme sólo no quiero caerme.
A, me dejó pensando ya pasados
días después de esa charla. Digamos que mi acción no fue hacer nada cuando
llovía, sólo me quedaba callado y escuchaba como llovía. Esos días fueron quizá
de larga reflexión entorno a todo eso de los sonidos. A ver a ver me dije y comencé
con los experimentos. Primero comencé con objetos: dejé caer algunas cosas
desde la terraza de la casa. Desde ahí pude notar como si aparte del golpe
contra el suelo, la lluvia y cierta cantidad de agua ayudaban a crear un sonido
seco, pero este a la vez creaba un vacío entre el suelo y el objeto. Pero bueno,
esos eran los objetos. Así que otro día intenté poner el práctica o al menos descubrir
lo que A preguntó cuando dijo ¿si me caigo a qué sonaría?
Primero procedí a comprar un
gran trozo de carne y recrear de nuevo el experimento. Pero obtuve el mismo
resultado, ese sonido seco proveniente de algún lugar. Sin embargo, después me
di cuenta que todo lo hecho hasta el momento estaba mal si quería darme
respuesta a la interrogante planteada por A, así que opté por lo que dictaba la
lógica: tuve que tirarme yo mismo. Bueno, tuve que utilizarme.
Creo que la velocidad tiene que
influir, digamos, si no hay velocidad la fuerza del impacto repercusión alguna.
Nomás puedo decir que entre el dolor y el desconcierto existe un punto en donde
nada se escucha y sólo brota una leve melancolía. Eso sí, tardé en levantarme y
no pude sino descubrir que A tenía razón, que ella tampoco sabía, que no había
descubierto ese sonido. No. Me quedé acostado preguntándome a qué sonaría si
volviese a caer por segunda vez.
Me gustó tu columna, entretenida lectura.
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